El almendro, cuya floración es muy temprana, es el signo del
renacimiento de la naturaleza y de una vigilancia atenta a los primeros signos
de la primavera. Es igualmente el símbolo de la fragilidad, pues sus flores,
las primeras que se abren, son las más sensibles a las últimas escarchas.
Según la tradición judía, es por la base de un almendro
(luz) que se penetra en la ciudad misteriosa de Luz, la cual es una estancia de
inmortalidad. Es al mismo tiempo el nombre de la ciudad cerca de la que Jacob
tuvo su visión, y que llamó Beith-el, o Casa de Dios. Que se establezca
relación entre el almendro y la noción de inmortalidad se explica aquí también
por el simbolismo de la almendra (llamada igualmente luz).
CLARA
JANÉS
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